¿Cómo los derechos de emisión de dióxido de carbono afectan al precio de la luz?
23 febrero, 2022
El encarecimiento de los derechos de emisión de dióxido de carbono es uno de los principales motivos por los que la escalada en los precios de la electricidad está afectando tan notablemente a los consumidores.
Este impuesto lo pagan las empresas y compañías responsables de la emisión grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, como son las compañías aéreas o las productoras de electricidad.
Esta situación preocupante tiene, en realidad, un buen motivo de fondo. En 2005, la Unión Europea creó el régimen internacional de comercio de derechos de emisión con la intención de alcanzar los objetivos de reducción de emisiones acordados en el Protocolo de Kioto. Por lo tanto, la intención de estos derechos es que las empresas más contaminantes vayan haciendo una transición hacia la sostenibilidad.
Sin embargo, la realidad es muy distinta. Para controlar cuánto CO2 emite cada empresa, se sacan al mercado los derechos de emisión. Cuando una empresa compra estos derechos, está comprando el derecho a emitir cierta cantidad de toneladas de CO2. La Unión Europea asigna a cada país una cantidad limitada de estos derechos y los gobiernos, a su vez, los ponen a subasta pública. Ahí es donde lo compran las productoras eléctricas y donde ocurre la subida de precio.
Esta subida de precio se debe a que cada año se reparten menos derechos de emisión de dióxido de carbono. Esto provoca que las empresas que, por su actividad contaminante, necesitan comprarlos se ven obligadas a contaminar menos, lo cual significa producir menos de su producto, o a pagar más por ellos. La simple ley de la oferta y la demanda.
Tanto es así que, en los últimos meses, el precio de estos derechos no ha dejado de subir de forma exponencial. Si en 2020 el precio medio de la tonelada de CO2 emitida a la atmósfera rondaba los 25€, a finales del segundo trimestre de 2021 ya había subido hasta 60€. Y ahora, sólo un trimestre y medio más tarde, está rozando los 100€ (96,38€, para ser exactos). Es decir, sólo en dos años el precio por tonelada de CO2 se ha triplicado.
Aunque los derechos de emisión son un mecanismo que sólo debería afectar directamente a las empresas contaminantes, es cierto que el incremento repentino de su precio acaba repercutiendo en los costes de producción y, por lo tanto, en el precio final del producto.
Las centrales energéticas que utilizan combustibles fósiles están viendo cómo van aumentando sus costes de producción. Es decir, cada vez les cuesta más dinero producir la misma cantidad de energía y esto acaba repercutiendo en la factura de los consumidores finales de electricidad.
Por poner un ejemplo de lo anterior, si una gran compañía que produce electricidad con ciclos combinados de gas natural cada vez tiene que pagar más por contaminar, sus costes, como es lógico, aumentarán y, consecuentemente, acabará vendiendo la electricidad a un precio más alto en los mercados mayoristas.
Pero las eléctricas y las aerolíneas no serán las únicas afectadas por este sistema. En los próximos dos o tres años, se irán incluyendo más sectores contaminantes en el comercio de derechos de emisión de CO2. Por un lado, el sistema se hará más justo, incluyendo al global de la economía, pero, por contra, al haber más demanda los precios subirán todavía más.
La cuestión entonces está en si la venta de derechos de emisión por parte de los gobiernos es la solución al calentamiento global. Quizá todo el dinero que se recoja de la venta de derechos puede invertirse en ayudar a las empresas a hacer una transición hacia la sostenibilidad.