Todo sobre la obsolescencia programada: qué es, tipos y ejemplos
19 mayo, 2025
¿Sabías que tu móvil o electrodoméstico podría tener una fecha de caducidad predefinida incluso antes de que lo compres? Esto no es una teoría conspirativa, sino una práctica real que ha influido en nuestra manera de consumir desde hace décadas.
La obsolescencia programada no solo afecta a nuestros bolsillos, sino también al medio ambiente y al modelo económico actual. En este artículo te explicamos qué es, los tipos que existen, ejemplos cotidianos y cómo podemos evitarla.

¿Qué es la obsolescencia programada?
La obsolescencia programada es una estrategia de producción que consiste en diseñar productos con una vida útil limitada, de forma intencionada. Es decir, los dispositivos están pensados para volverse inservibles o quedar obsoletos tras un determinado periodo de tiempo, obligando al consumidor a reemplazarlos con mayor frecuencia.
El concepto surgió por primera vez en los años 30, pero se popularizó en los años 50 con el auge del consumo masivo. Desde entonces, se ha convertido en una práctica habitual en sectores como la tecnología, la moda o los electrodomésticos.
Esta estrategia ha sido ampliamente documentada y criticada por su impacto negativo.
Tipos de obsolescencia programada
Existen diferentes formas de aplicar la obsolescencia programada, y conocerlas es clave para identificar cuándo estamos siendo víctimas de esta práctica:
- Obsolescencia funcional
Se produce cuando un producto deja de funcionar debido al desgaste de una pieza clave que no puede repararse fácilmente o cuyo recambio no está disponible. Por ejemplo, impresoras que bloquean su funcionamiento tras un número determinado de impresiones.
- Obsolescencia de percepción
En este caso, el producto sigue funcionando correctamente, pero se percibe como anticuado o desfasado. Es común en la industria de la moda o en los smartphones, donde el lanzamiento de nuevos modelos crea la sensación de que los anteriores ya no sirven.
- Obsolescencia por incompatibilidad
Aparece cuando un producto ya no es compatible con nuevas tecnologías o actualizaciones. Por ejemplo, móviles que no reciben actualizaciones del sistema operativo, lo que impide el uso de aplicaciones esenciales.
- Obsolescencia psicológica
Se basa en inducir al consumidor a desear productos nuevos mediante el diseño o la publicidad, aunque el producto actual aún sea funcional. Aquí, el deseo de novedad supera la necesidad real de sustitución.
Ejemplos de obsolescencia programada
Aunque pueda parecer algo lejano o técnico, la obsolescencia programada está muy presente en nuestro día a día. Algunos ejemplos comunes incluyen:
- Smartphones: Muchos fabricantes limitan la vida útil de la batería o detienen las actualizaciones tras cierto tiempo, forzando a los usuarios a comprar nuevos dispositivos.
- Electrodomésticos: Lavadoras, frigoríficos o microondas que fallan tras unos años debido a componentes clave de baja calidad.
- Bombillas: El caso más conocido es el de la bombilla Centennial, que lleva encendida más de 100 años en California, lo que demuestra que se pueden fabricar productos más duraderos si se desea.
- Impresoras: Algunas incluyen chips que bloquean su funcionamiento tras un número de impresiones, aunque el dispositivo aún funcione correctamente.
¿Por qué es un problema la obsolescencia programada?
La obsolescencia programada tiene consecuencias directas y graves:
- Genera residuos tecnológicos y electrónicos, que a menudo no se reciclan correctamente, aumentando la contaminación.
- Promueve el consumo innecesario, favoreciendo un modelo económico insostenible y desigual.
- Afecta negativamente al bolsillo del consumidor, que se ve obligado a reemplazar productos con más frecuencia.
- Contribuye al agotamiento de recursos naturales, ya que se requiere una producción constante para satisfacer la demanda generada artificialmente.
Según BBVA, este modelo alimenta el ciclo de comprar-usar-tirar, lo cual va en contra de los principios de sostenibilidad y economía circular.
¿Se puede evitar la obsolescencia programada?
La buena noticia es que sí, se puede actuar para frenar la obsolescencia programada, tanto desde el lado del consumidor como desde las instituciones y las empresas:
- Elegir productos reparables: Antes de comprar, infórmate sobre si el producto tiene piezas de repuesto disponibles y si permite reparaciones sencillas.
- Apoyar la economía circular: Apostar por marcas y servicios que fomentan la reparación, reutilización o reciclaje.
- Consumir de forma responsable: Valorar la durabilidad y funcionalidad por encima de las modas o tendencias.
- Exigir transparencia: Como consumidores, tenemos derecho a saber cuánto durarán los productos que compramos. La presión ciudadana puede generar cambios en la industria.
- Fomentar la legislación: En la Unión Europea ya se están dando pasos en esta dirección, como la ley del derecho a reparar, que obliga a los fabricantes a facilitar piezas y manuales de reparación durante varios años tras la venta.
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