¿Qué es la descarbonización y qué implica para las empresas y el medio ambiente?
26 de junio, 2025
En los últimos diez años, el calentamiento global provocado, en gran medida, por la emisión de gases se ha convertido en una problemática que se debe afrontar. Es el presente que vivimos y se debe afrontar de manera colectiva.
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas es bastante claro en el asunto: el cambio climático se está manifestando de muchas maneras y a un ritmo vertiginoso. Es evidente que el incremento de temperatura duplica un impacto negativo.
Entre todos los informes, artículos y noticias que aparecen sobre este asunto, podemos sacar una conclusión clara: actuar con rapidez. Algo que, según los expertos, no estamos logrando. La concentración de CO₂ en la atmósfera ha llegado a alcanzar picos históricos y es por ello por lo que la descarbonización supone un reto mayúsculo.
El desafío es enorme, pero también lo es la oportunidad: redefinir nuestros modelos de producción y consumo para construir un futuro climático viable y resiliente. El momento de actuar es ahora. También a nivel empresarial.

¿Qué es la descarbonización?
La descarbonización es el proceso progresivo de reducir o eliminar las emisiones de carbono, en especial el dióxido de carbono CO₂, que provienen de las actividades económicas e industriales. Es decir, el control de emisiones de carbono derivadas de actividades cotidianas.
Y es que, al ser un gas de efecto invernadero, el CO 2 conlleva efectos negativos. Y esto está relacionado con prácticas humanas que van desde la quema de combustibles fósiles hasta otras situaciones cotidianas que ayudan a la industria, transporte y la agricultura, entre otros.
Para lograr un mundo más sostenible, no basta con desarrollar nuevas tecnologías: necesitamos cambiar nuestra forma de vivir. Descarbonizar significa modificar nuestros hábitos diarios en la producción, el consumo y la manera en que obtenemos recursos. No se trata solo de innovaciones técnicas, sino de repensar la forma en que usamos lo que tenemos.
Si logramos reducir nuestras emisiones hasta alcanzar un balance neutro, estaríamos dando un paso clave para estabilizar el clima y evitar consecuencias irreversibles para el planeta. Cada acción cuenta en este gran desafío.
¿Cómo lograr la descarbonización?
Imagínate un mundo donde la contaminación deja de ser un problema, donde el aire es más puro y las ciudades más verdes. Alcanzar la neutralidad del carbono es un reto global que no podemos postergar. No es tarea de unos pocos, sino un esfuerzo colectivo que requiere la acción coordinada de gobiernos, empresas y ciudadanos.
El problema es evidente: nuestra manera de vivir (producir energía, movernos, consumir y alimentarnos) genera cantidades ingentes de dióxido de carbono (CO₂). Urge cambiar el rumbo y, para ello, necesitamos políticas públicas firmes, sí, pero también empresas dispuestas a innovar y personas comprometidas con un estilo de vida más sostenible.
La clave está en la transición energética: apostar por diversas fuentes de energía limpia —solar, eólica, hidráulica, geotérmica, biogás— sin cerrarnos a ninguna opción que ayude a reducir emisiones. No hay una solución única, y cada región debe encontrar el modelo que mejor se adapte a sus necesidades.
Sin embargo, existen varios caminos hacia una descarbonización limpia y eficiente
- Movilidad sostenible: Reducir la contaminación en el transporte apostando por alternativas como el carsharing o el transporte público
- Revolución industrial: Apoyar a las empresas en su transición hacia procesos más limpios. Esto implica a reducir el impacto ambiental mejorando su eficiencia operativa sin dejar de cumplir las regulaciones ambientales.
- Consumo responsable: Optar por una alimentación con menor impacto ambiental y hábitos más sostenibles priorizando alimentos de origen vegetal, reduciendo el consumo de carne. Esto también va ligado con un entorno empresarial limpio, ya que se apuesta por negocios locales y ayuda al pequeño comercio.
- Captura de carbono: Desarrollar tecnologías que recojan y reutilicen el CO₂ antes de que lleguen a la atmósfera y que sean eficientes en todas sus fases.
- Cuidado de la naturaleza: Proteger bosques, océanos y humedales, nuestros grandes aliados en la absorción de carbono. Todos ellos juegan un papel fundamental en el proceso de descarbonización. Aliados limpios y eficientes.
- Eficiencia energética: Renovar edificios para que usen energía renovable y reduzcan su consumo.
- Regulación inteligente: Aplicar medidas fiscales que incentiven la reducción de emisiones.
- Innovación y empleo verde: Fomentar negocios sostenibles y tecnologías limpias que generen trabajo.
La Unión Europea, el Reino Unido, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos tienen objetivos ambiciosos para los próximos años, mientras que China apunta a la neutralidad para 2060. En Europa, la meta es que al menos el 40% de la energía provenga de fuentes renovables para 2030.
La descarbonización del sector eléctrico
El sector eléctrico está en constante cambio y esa transformación se vertebra en la descarbonización. No solo se trata de reducir emisiones, sino de cambiar la forma de producción, distribución y consumo de energía. Esto, por supuesto, supone un reto y, por ende, una oportunidad de generar un entorno más limpio y eficiente.
Aquí es donde la distribución juega un papel fundamental. Formamos parte de los agentes favorables de la descarbonización. Por tanto, el objetivo está en garantizar que la infraestructura eléctrica evolucione al ritmo del cambio, permitiendo la integración de nuevas tecnologías sin comprometer la estabilidad del sistema.